LA DIABLADA
La Diablada es una de las danzas más vistosas y originales de Bolivia, estas características han hecho que sea muy popular más allá de nuestras fronteras.
La Diablada es el símbolo del Carnaval de Oruro, fiesta declarada en el 2001 Patrimonio Intangible de la Humanidad por la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Se originó en la colonia como una representación de la lucha entre el bien y el mal, que es la lucha entre el Arcángel San Miguel, acompañado por las Siete Virtudes, y Lucifer, respaldado por los Siete Pecados Capitales. Actualmente, Lucifer y los Diablos son dirigidos por el Arcángel, triunfador del combate, mientras las Ch'ina Supay bailan en hileras dinámicas y las figuras del Cóndor y el Oso andino hacen gala de su destreza en la danza. Detrás de los Diablos se esconden conceptos y personajes andinos, como el Tío de la mina, ser sobrenatural y subterráneo, dueño de los metales que puede proporcionar grandes riquezas o causar la muerte en los socavones. A su vez, el cerro de la mina está asociado con la Virgen, en cuyo homenaje surgió la danza de la Diablada.
La Diablada refleja el sincretismo religioso a través de formas suntuosas, coloridas y exuberantes que han ganado popularidad a lo largo del tiempo. Hoy se la baila también en La Paz, El Alto, Potosí, Cochabamba, las provincias que rodean a estas capitales departamentales, en el Sur del Perú, norte argentino y chileno.
La riqueza del mestizaje está expresada también en las máscaras y vestuarios. Para engalanar al Diablo, a quien se supone dador de riquezas materiales, los sastres suelen adornar a mano el disfraz con habilidad excepcional, mientras las bordadoras dibujan punto a punto con la aguja las figuras de la pañoleta que cubrirá las espaldas del señor de las tinieblas.
Por su parte, los mascareros se empeñan en la hechura de cornamentas, sapos, lagartos y víboras desproporcionadas, en movimiento y casi infernales, así como los conciben los lugareños, herederos de la rica mitología imaginada por los pueblos Uru-Chipaya y aymara. Según la tradición los reptiles fueron enviados por el semidiós Huari para destruir al pueblo Uru.
El Arcángel es deslumbrante va de blanco y celeste, con casco al estilo romano, tiene los ojos vidriosos, espada culebrina, escudo bruñido y alas pequeñas pero significativas. La Virgen del Socavón es llevada siempre por un alférez. Y cuando la banda interpreta la Marcha del Diablo, las tropas de Lucifer bailan y la tierra retumba como si fuera víctima del infierno.
LA MORENADA
La Morenada es una de las danzas más representativas de la cultura occidental de Bolivia. Esta importancia sobresale por la difusión del baile y la música en las fiestas patronales y cívicas de las ciudades de La Paz, El Alto, Oruro, Sucre, Potosí, Cochabamba y sus alrededores. Su posible mestizaje inicia siempre el debate entre quienes defienden el origen netamente aymara de la danza y los estudiosos que encuentran pruebas coloniales y republicanas de la notable influencia de la cultura africana en la Morenada. Lo incuestionable es el estado de aislamiento a que ambas culturas fueron sometidas por la corona española. Por ordenanza real ningún esclavo negro debía confraternizar con los indígenas so pena de castigo público. Esa distancia opuso a ambas culturas que, sin el uso de violencia, continuaron con sus respectivos procesos bajo el dominio ibérico. En el siglo XIX continuaron por sus lados hasta que en algún momento entre 1900 y la quinta década del siglo XX aparecieron unidas en la Morenada. De ahí que el Moreno aparezca con máscara de rasgos negroides, sombrero de metal, chascas o peluquín, botines y otras prendas ajenas al aymara, explican los defensores de la influencia africana en la danza. Sus críticos aseguran que la cultura aymara asumió algunos rasgos negroides para ocultar su identidad en las grandes ciudades. Lo innegable es que ahora los chóferes, médicos, ingenieros, comerciantes, carniceros, universitarios y otras agrupaciones sociales con plata, ejecutan la danza con igual corazón al ritmo de las matracas y las bandas y entonando canciones de amor, desdén o defensa de la hoja de coca. Porque para bailar Morenada uno debe tener dinero, ser "cocani" y estar dispuesto a cargar un traje de más de 500 dólares y un peso que excede los 15 kilos. La vestimenta de las mujeres exhibe también la riqueza de los Andes: manta de alpaca, polleras de finas telas, topos de oro, pendientes con piedras costosas, zapatos importados, blusas de seda.
TAQUIRARI
El Taquirari es el ritmo musical y el baile más característico de los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando, que juntos conforman el oriente boliviano.
No se conoce con certeza su origen, pero existen testimonios de su presencia temprana en el siglo XIX, cuando, por ejemplo, el guerrillero cruceño Cañoto luchaba contra los españoles y tocaba en su guitarra melodías emparejadas con el trote del caballo.
Puede relacionarse la aparición del Taquirari con el desarrollo de la cultura criolla del oriente. Se cree que su nombre proviene de la palabra moxeña takiríkire que significa flecha.
Para bailar Taquirari, la pareja debe estar frente a frente y con las manos agarradas, Los saltos son marcados por un ritmo movido, un poco menos que el carnavalito, y las variaciones a veces improvisadas por los músicos.
El Taquirari tiene una clara influencia de los bailes indígenas de la región, caracterizados por su movimiento y alegría.
La vestimenta del camba está a tomo con el calor del trópico: camisa blanca, pantalón hasta el tobillo, sombrero de sao y pañoleta al cuello. La mujer viste el tradicional tipoy (vestido largo y sin mangas usado por las indígenas orientales) y tiene adornada la cabeza con flores coloridas de la región.
Pese a sus variaciones rítmicas, el Taquirari también es considerada la canción romántica del oriente, sobre todo, si se toma en cuenta sus letras casi siempre dirigidas a enamorar a la mujer o al varón
LOS TOBAS
Es una representación figurativa de las tribus del Chaco boliviano. Desde antes de la colonia la relación entre la cultura andina y la amazonía fue de dominación y de resistencia. En sus incursiones, el ejército quechua tomó prisioneros selvícolas, llamados ch'unch'us. La llegada de estos orientales al mundo occidental inspiró en los aymaras la creación de una danza bautizada precisamente ch'unch'u, que no es más que una manera de apropiación cultural.
Fundada la República, los aymaras migrados a las ciudades de La Paz y Oruro reinventaron la danza y la designaron Tobas, nombre de una etnia del Chaco boliviano.
La apropiación incluyó también la representación imaginaria de la cultura Tacana, con máscaras de madera elegántemente ataviadas con plumas. El resto del indumento es liviano: calzoncillos largos, camisa de seda, una espaldera o capa pequeña y una falda de colores vivos hasta la rodilla, todo bordado con sencillez y adornado con cuentas y espejuelos; de tal forma que los bailarines tienen libertad de acción.La coreografía de la danza es notabe. Exige saltos y agilidad excepcional y es una de las pocas danzas andinas que requiere tanto movimiento.
LOS CAPORALES
Danza boliviana, juvenil y alegre, los Caporales tienen una historia reciente, polémica, plena de cambios, adopciones e innovaciones. Una entrada de la fiesta de Jesús del Gran Poder fue el escenario de la primera presentación pública de la danza de los caporales. Por ese entonces, el vestuario del Caporal era una combinación que tenía guaracheras cubanas, pantalón abombachado al estilo del gaucho argentino, botas con cascabeles, sombrero de paja y, en las manos, un chicote y una máscara de negro. En posteriores años, el traje fue modificado hasta llegar a un uniforme que consolidó su uso en todas las fraternidades de la danza. La música también sufrió modificaciones. Al principio los Caporales bailaban una Tuntuna, música andina originada en la danza afroyungueña Tundiqui. La variación de estos ritmos llegó a componer un huayño con ritmo de Saya, otra composición afroyungueña. Sobre los caporales existen varios estudios especializados. Lo evidente es que la danza aproximó a la ciudad aymaro-mestiza con el otro lado: la ciudad de la pequeña e incipiente burguesía. Las contradicciones no dejan de estar presentes. De origen netamente aymaro-mestizo-urbano, los Caporales pasaron de Chivín (zona del Gran Poder) a asentarse en los barrios de clase media y las residenciales de la zona sur. Nada niega su importancia en el proceso de reconocimiento histórico y cultural ocurrido en la década de 1970 y que fortaleció la identidad de la urbanidad occidental del país. Otras investigaciones identifican un simbolismo erótico y una superposición de géneros y poder. Bolivia atravesó entre los años sesenta y setenta un período de gobiernos de facto que negaron libertad política al pueblo; el Caporal en tiempos de la colonia era quien decidía la suerte de los negros de la barraca, igual papel le cupo jugar al militar boliviano durante las dictaduras; la agilidad de los varones, sus saltos acrobáticos, sus patadas al aire, sus gritos, podrían ser parte de un lenguaje machista. Mientras la mujer de los Caporales estaría descubriendo su cuerpo a la vista de una ciudad arropada no sólo por el frío andino, sino también por preconceptos. En definitiva, los Caporales es una expresión de la urbanidad occidental moderna de Bolivia .
EL TIMKU
El Tinku (encuentro) es un ritual de origen prehispánico que sobrevivió la colonia y mantuvo su fuerza durante el período republicano a la fecha, con algunas variaciones que no afectaron su carácter multiétnico, combativo y reivindicativo.
Pero el Tinku es anterior a la conquista quechua de los señoríos aymaras. Según los cronistas españoles, en las comarcas de Charka y Chayantaka en Bolivia se realizaban peleas rituales en las que dos grupos intercambiaban golpes de puño o qurawas (hondas). Los Ayllus del norte de Potosí se organizaban también en espacios religiosos, y por tanto sagrados. Actualmente los "Encuentros" se realizan en las "Markas" o centros urbanos dotados de iglesia colonial, cabildo, casa de hospedaje y escuela. Estos centros urbanos, llamados pueblos de indios en tiempos de la colonia, fueron organizados a la manera de las poblaciones españoles durante la segunda mitad del siglo XVI por orden del Virrey Francisco de Toledo.Pueblos como Macha, Aymaya, Pocoata, Chayanta y Torotoro son ahora centros culturales, donde los campesinos acuden a cumplir el ritual del Tinku en fecha coincidente con la fiesta católica del Señor de la Cruz, mayo. De manera más amplia, las comunidades altiplánicas del norte de Potosí y sur de Oruro, Laymis y Jukumaris, Chullpas y Kakachacas, continúan la ancestral costumbre de la guerra entre los Ayllus
LA KULLAWA
La Kullawa es una danza prehispánica, adaptada durante la colonia y readaptada en años recientes, sin que por esos procesos haya perdido su relación directa con los tejedores aymaras y quechuas. Prueba de lo anterior es la rueca (kapu en aymara, pushka en quechua) de madera que portan en una mano los bailarines. Otra evidencia es el "uso" gigante que el Waphuri maneja para dirigir la comparsa. El Waphuri es el único bailarín enmascarado; los rasgos de su máscara revelan el mestizaje del baile: nariz excesivamente larga, chapas, ojos grandes. En realidad son dos rostros, laterales, en uno. En el mundo andino prehispánico y republicano, en la actividad textil participan varones y mujeres. Su importancia no sólo es económica sino también iconográfica y antrpológica, pues en los tejidos hay una compleja simbología, en la que se estilizan elementos naturales y abstractos.
Los varones llevan un disfraz que incluye: un pantalón corto, camisa de color, un ponchillo azul y rojo con flecos dorados y sobre la espalda bolsas bordadas con monedas de plata; cruzan su cuerpo con una soga; y como complemento perfecto, llevan en la cabeza un sombrero de copa redonda ricamente adornado. A la vez del sombrero, las mujeres visten polleras, denominadas urkhu, una mantilla de colores vistosos, y una prensa similar a la blusa.
LA LLAMERADA
La Llamerada es la representación de la actividad económica que fue más importante de los pueblos originarios de los Andes: la cría de la llama. Pero no se limita a ello, pues además rememora la gigantesca tarea de domesticación de los camélidos sudamericanos (guanacos, alpacas y vicuñas), realizada hace más de cinco mil años y que desembocó en el desarrollo genético de la llama, animal de mayor tamaño, de excelente lana y de mejor condición para la carga.
Los bailarines llevan en la cabeza un tocado de cuatro puntas parecido al que los pobladores originarios de las riberas del lago Titicaca ostentaban en la cabeza antes y durante buena parte de la colonia. Sus pasos recuerdan el tránsito rítmico de las caravanas de llamas.
Otra característica de los danzarines son la montera y el ponchillo. Una máscara de estuco, de labios fruncidos en un inextinguible silbido, perpetúa el mestizaje de las tierras altiplánicas. La tradición no uniformaba las polleras, pero el folklore urbano impuso caprichosamente a las mujeres el guindo o el funcsia intenso. Las bolsas de los llameros están forradas con monedas antiguas y sus atados están adornados con cucharas, platos y vasos de plata antigua.
Las filas de bailarines se mueven al compás de la honda y de la campanilla de un guía ataviado igual que los otros danzarines.
LOS MACHETEROS
Los Macheteros, es quizá la danza beniana más conocida dentro y fuera del país. Su origen es colonial. Y representa la resurrección de Jesucritos y su ascención a los cielos, pero desde una interpretación estrictamente nativa.
Cada bailarín lleva en la mano derecha un machete de madera (tumoré ti yucuqui), una camisa larga y blanca, sin mangas ni cuello, y con franjas coloridas a los costados. Portan en la cabeza un tocado -denominado en lengua nativa progi-, hecho de plumas de parabas (ave amazónica), artísticamente ordenado de acuerdo con la intensidad de los colores.
Sujeta del armazón que sostiene el tocado de plumas, se extiende sobre la espalda del danzarín un cuero de piel de tigre, que llega hasta los talones cubiertos con semillas de paichachíes, que hacen las veces de cascabeles.
Los danzarines descalzos se mueven ceremoniosamente sin soltar los machetes ni deponer su actitud de guerreros a punto de entrar en combate. Agachan la cabeza y la elevan, en señal de ascención y muerte; pero en ningún momento quiebran el ritmo de la música fabricada con tamborcillos e instrumentos de viento. Todo es tan ceremonial como el atardecer y el amanecer en los llanos de Moxos.
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